El narrador lleva con él a su travieso hijo de seis años, Ryota, a sus sesiones de meditación zen semanales, no tanto para edificar la espiritualidad del chico como para proporcionar a su esposa un poco de paz y tranquilidad en casa. Pero, cuando al cabo de dos años, Ryota anuncia repentinamente que quiere hacerse monje zen, el sorprendido padre acepta...